12 jun 2015

La novia del metro

Marcos Agripa Fernández García 
4º B (2014-15)

“El amor es una ruina”, leyó Carlos. Trabajaba en el grupo de mantenimiento del metro de Madrid. Hoy le había tocado encargarse de la franja de Atocha. Su trabajo era comprobar que todo estaba en perfecto estado para que el metro circulase sin problemas a la mañana siguiente. Encontrarse grafitis como el que acababa de leer no le sorprendía en absoluto. Lo que realmente le llamó la atención, fue que había otro igual a menos de treinta metros.

Estaban hechos con una pintura roja y un trazado firme; la pintura aún estaba húmeda.
Siguió caminando y se encontró con otra pintada igual a las anteriores. Extrañado, se acercó y la tocó: era muy reciente y con suerte el responsable aún estaría por el túnel. Aligeró un poco el paso y se encontró con un rastro de pintura. Mientras seguía el rastro, encontró más grafitis, a cada cual más reciente. Entonces, una ráfaga de viento le vino de frente y fue entonces cuando se dio cuenta de que el rastro no era pintura: era sangre. Un aroma a óxido le incitó a seguir para ver si descubría el motivo. Y efectivamente, unos metros más adelante encontró un cadáver rodeado de sangre.

Era una chica de unos veinte años que iba vestida con un traje de novia. La habían degollado y posiblemente, torturado. Tenía quemaduras por todo el cuerpo y le faltaban varios dedos de las extremidades superiores. Carlos sacó el móvil rápidamente e intentó llamar a la policía, pero algo le sobresaltó por detrás. En cuanto se dio la vuelta, la chica se le abalanzó. Carlos fue encontrado muerto a la mañana siguiente.


¿Y la chica? Ni rastro de ella.

13 may 2015

El pianista

Manuela López

2º ESO  B

Sola en casa estaba ella cuando sucedió.

La casa, recién comprada, pero muy antigua, un caserón que se alzaba sobre una colina, estaba desierta, exceptuando a esta joven muchacha que dormía plácidamente en su cama.
Sus padres habían salido a cenar tras la agotadora mudanza, dejando a la joven sola, únicamente acompañada por el gato y las toneladas de polvo acumulado durante el tiempo en que la casa había estado deshabitada.
Y la chica dormía.

Y el gato que dormía.
Y el polvo que dormía.
Y la casa que... ¿dormía?

Entonces el piano comenzó a sonar.

Y la chica abrió los ojos.

El piano... ¿pero qué piano? Ellos no tenían piano.
La chica se incorporó. Escuchó con atención.

Pero, ¿cómo...?

Se levanta de la cama.
El gato que bufa.
El polvo que duerme.
La chica que escucha.
Y el piano que suena.
Y el gato que calla.
Un maullido lastimero. Y silencio.
La chica aguanta la respiración.

-¿Gato?-pregunta con un susurro, ya que así es como se llamaba el animalito.

Y no hay respuesta. Y la muchacha avanza. Y tropieza. Tropieza con...

El alarido de la chica es ahogado por más notas del piano.
La chica trata de relajarse.

Inspira, expira; inspira, expira...

Así hasta que los latidos de su corazón recuperan un ritmo normal.
Y frunce el ceño y avanza hacia el sonido triste del piano, ignorando el cuerpecito sin cabeza de su amigo gatuno.
Comienza a caminar, temblorosa, por los lúgubres pasillos de la casa.
Un susurro, un golpe, un chasquido, un chirrido...
La música sube de tono, cada vez más. Quien sea que toque está enfadado. Muy enfadado.

Un largo escalofrío recorre la columna vertebral de la muchacha.
Y la música baja de tono otra vez.
De nuevo suena triste. Melancólica.
Y la chica sigue avanzando. Y la música se oye más nítidamente.
Y más. Y más. Y todavía más.
Hasta que se topa con una puerta, vieja, astillada y abollada.

Una puerta. Juraría que no estaba ahí antes.
La chica duda. ¿Debe abrirla?
La música vuelve a subir de tono. Otra vez parece enfadado. Ni se te ocurra, parece decirle.
Aun así, valiente, la chica la abre.
Sea quien sea el que está ahí dentro...está triste, enfadado y melancólico a la vez. Desesperado.

Está todo a oscuras cuando la niña cruza la puerta.
Y el piano sigue sonando.


Ella saca una caja de cerillas de su bolsillo izquierdo, y en cuanto prende la llama, la música cesa.

A la luz de la cerilla, la chica distingue una polvorienta habitación sin ventanas. No está amueblada, no hay nada.
Exceptuando, claro, al negro piano de cola que hay en el centro de la sala. Pero ni rastro del melancólico pianista.

Avanza hacia el piano. Con la punta de los dedos roza las teclas, y el cálido taburete.

Cálido...como si alguien se hubiera sentado hace un momento.

Da un paso atrás aterrada. Sin dejar de mirar el taburete.

De repente algo le llama la atención.
Eso que hay a escasos metros del taburete, ¿no será...?
Y apenas le da tiempo a asimilarlo cuando una gélida mano le tapa la boca ahogando su grito de espanto.
Un dolor profundo en la cabeza, una dolorosa explosión en el pecho, todo empieza a verse borroso.
La chica yace en el suelo. Junto a la cabeza de su gatito.
Y el piano comienza a sonar otra vez.


Desperté


Exposición en la sala El Apeadero (Granada)

Desperté de aquella pesadilla, y pasó, un grito se apoderó de mí, lo último que vi fue aquel cuadro, aquella sonrisa diabólica que me dijo “ven”.


Blanca Barcia Torres    1º ESO E

15 abr 2015

Un cuento de Eduardo Galeano

Celebración de la amistad



Juan Gelman me contó que una señora se había batido a paraguazos, en una avenida de París, contra toda una brigada de obreros municipales. Los obreros estaban cazando palomas cuando ella emergió de un increíble Ford a bigotes[*], un coche de museo, de aquellos que arrancaban a manivela; y blandiendo su paraguas, se lanzó al ataque.

A mandobles se abrió paso, y su paraguas justiciero rompió las redes donde las palomas habían sido atrapadas. Entonces, mientras las palomas huían en blanco alboroto, la señora la emprendió a paraguazos contra los obreros.
Los obreros no atinaron más que a protegerse, como Pudieron, con los brazos, y balbuceaban protestas que ella no oía: más respeto, señora, haga el favor, estamos trabajando, son órdenes superiores, señora, por qué no le pega al alcalde, cálmese, señora, qué bicho la picó, se ha vuelto loca esta mujer...

Cuando a la indignada señora se le cansó el brazo, y se apoyó en una pared para tomar aliento, los obreros exigieron una explicación.

Después de un largo silencio, ella dijo:

—Mi hijo murió.

Los obreros dijeron que lo lamentaban mucho, pero que ellos no tenían la culpa. También dijeron que esa mañana había mucho que hacer, usted comprenda...

—Mi hijo murió –repitió ella.

Y los obreros: que sí, que sí, pero que ellos se estaban ganando el pan, que hay millones de palomas sueltas por todo París, que las jodidas palomas son la ruina de esta ciudad...
—Cretinos –los fulminó la señora.

Y lejos de los obreros, lejos de todo, dijo:

—Mi hijo murió y se convirtió en paloma.

Los obreros callaron y estuvieron un largo rato pensando. Y por fin, señalando a las palomas que andaban por los cielos y los tejados y las aceras, propusieron:

—Señora: ¿por qué no se lleva a su hijo y nos deja trabajar en paz?
Ella se enderezó el sombrero negro:

—¡Ah, no! ¡Eso sí que no!

Miró a través de los obreros, como si fueran de vidrio, y muy serenamente dijo:

—Yo no sé cuál de las palomas es mi hijo. Y si supiera, tampoco me lo llevaría. Porque ¿qué derecho tengo yo a separarlo de sus amigos?



[*] Nombre coloquial en Argentina del modelo Ford T.

***Este cuento pertenece al libro Mujeres, su última obra publicada.





18 mar 2015

¿Por qué pagas en Starbucks el triple de lo que pagarías en cualquier bar?




¿Por qué pagas en Starbucks por una taza de café el triple de lo que pagarías en cualquier bar? A partir de esta sencilla pregunta Tim Harford, uno de los economistas más prestigiosos del mundo, se convierte en un detective qunos ensa a seguir las pistas para averiguar cómo funciona el mundo

Un libro divertido, ameno y accesible para comprender el mundo a través de la economía de las pequas cosas.












La vuelta al mundo de un forro polar rojo muestra el trasfondo y las complejas relaciones que hay detrás de la globalización, ilustrando la injusticia que domina en el comercio mundial.

Es la historia de un escritor que ve en la televisión a un inmigrante a bordo de un cayuco que viste un forro polar rojo que él tiró al contenedor hace meses. ¿Cómo ha llegado su forro polar a esa persona? ¿Cómo se fabricó la prenda y llegó al armario del escritor?
















Los autores del libro dan respuesta a las preguntas que les realizaron los alumnos de 1º de Bachillerato de tres institutos, preguntas como: ¿Qué es la economía? 
¿Por qué unos ganan poco y otros mucho? 
¿Por qué hay corrupción? 
¿Quién tiene la culpa de la crisis? 
¿Cómo acabar con el paro?

4 feb 2015

Cuando el orgullo vence al sentido común


Carmen Román (1º Bac C)
Abrí la puerta lentamente porque sabía que chirriaba. Chirriaba mucho. Las otras noches no había habido nadie en la casa, esta vez era diferente: todos estaban allí. Dormían tranquilos, o al menos eso esperaba yo.  Anduve muy despacio hacia la cocina. Un paso. Dos pasos. Tres pasos. Tanto silencio comenzó a angustiarme, el suelo hacía un leve sonido que iba al compás de mis andadas. El sonido se metía en mis oídos. ¡¡¡Puf!!!Una cuchara. Era una cuchara que se había caído al suelo. Sonó por todo el chalet, no fue para tanto pero en mis oídos sonó como un gran estruendo. No podía perder tiempo, en cualquier momento llegaría mi jefe y no habría tiempo para rectificar. Abrí el cajón ansiosa por encontrar aquello que tanto andaba buscando... pero no fue así. Allí solo pude ver artilugios de cocina. Busqué y busqué y no encontré nada. Mi frustración era máxima y no pude evitar soltar un grito que esta vez no me preocupó tanto. Silencio otra vez. Esta vez acompañado de unos pasos que ahora no eran los míos precisamente. Entonces, por primera vez vi su rostro. El padre de la familia. Tenía un aspecto enfadado, y desaliñado. Llevaba una bata gris hasta el suelo que arrastraba a medida que se acercaba a mí, mirando a su alrededor.

-          ¿Cómo has entrado? ¿Qué haces aquí? Ya te dejé claro que no quiero que involucres a mi familia en los asuntos del trabajo.
-          Esta vez no vengo por mi cuenta. Es Josh, él me ha mandado a buscar eso.
-          ¿Josh? Le he dicho mil veces que se ocupe de sus asuntos. ¿Cuánto te paga?
-          Me merece la pena.
-          Escúchame, te lo daré pero mañana por la mañana temprano lo quiero en mi despacho. Ni un día más, ¿me oyes? Estoy harto de vuestras estafas. Nosotros en ningún momento vamos a ponernos a vuestra altura.-me miró de arriba a abajo, se agachó y cogió la llave.- Toma, con ella abriréis la sala. No quiero que metáis más de tres cuerpos.
-          De acuerdo, yo se lo diré a Josh.
-          La próxima vez os pediré un alquiler, el local es mío y guardo mis “cosas”-una voz le interrumpió.
-          ¿Cariño?- la rubia mujer gemía desde su habitación.
-          He bajado a beber agua, subo en un momento. Corre, vete. Mañana por la mañana quiero la llave en mi despacho y recuerda: sólo tres cuerpos.

        Salí corriendo de la casa y satisfecha por obtener mi objetivo. Justo enfrente estaba Josh, como no, con esa sonrisa maléfica pintada en la cara.

-          ¿Ha salido todo como lo planeamos?
-          No he tenido problemas para entrar, pero Alfonso me ha visto.
-          ¿Cómo? ¿Que te ha visto? Te dije que tuvieras cuidado y fueras prudente, Laura.- su acento americano me mataba. Su voz era muy sensual y estaba locamente enamorada de él, pero aquella aventura que tuvimos no fue más que eso... una pequeña aventura entre jefe y empleada.
-          Lo siento señor, era la primera vez que entraba estando ellos dentro. Ha sido él quien me ha dado la llave. Me ha dicho que le diga que no metamos más de tres cuerpos y que mañana le devolvamos la llave. La próxima vez tendremos que alquilárselo.

Todavía eran las 3 de la mañana, había tiempo para realizar todo el proceso. Fuimos hasta el vertedero, allí estaban cinco inocentes a quienes el destino había traicionado. Muertos. Era una noche fría y la espesa niebla apenas nos dejaba ver. Josh me señaló un cuerpo y me hizo un gesto para que lo metiera en el maletero del coche. Me tocó una mujer de cabellos oscuros. Fui a cogerla y al verle la cara, la mía cambió de inmediato. Era Gloria, compañera mía desde primaria. Nunca me habían impactado estas cosas de la muerte, porque al fin y al cabo cuando es tu trabajo te acabas acostumbrando, pero esta vez no fue igual. Me entraron ganas de llorar, pero no lo hice. Sabía que a Josh no le gustaba y además era mi trabajo, debía realizarlo dejando de lado mis sentimientos. Metí a Gloria en el maletero con mucho cuidado, como si todavía fuera a sentir el golpe... Detrás de mí estaba Josh con dos cuerpos más a los hombros. Nos montamos en el coche y nos fuimos directos a la nave de Alfonso, no tardamos más de 20 minutos.

Hacía frío y el vestido negro de cuero ya no me abrigaba, por muy pegado que estuviera. Josh se percató y puso su mano caliente sobre mi rodilla mientras seguía mirando hacia la carretera. No paraba de sonreír. Al fin llegamos.

-          No hay ni un alma- sonaba irónico.
-          Justo como esperaba, es lo que tiene el trabajo nocturno.- Josh me sonrió y abrió la puerta. No sabía si en su frase incluía alguna indirecta...

La sala era grande, y como siempre, estaban los cuerpos amontonados y muy bien organizados por sexo y edad. Dejamos los nuestros apartados del resto, mañana temprano ya no estarían allí.


Josh me llevó a casa y se despidió con una mirada que yo consideraba mágica y cautivadora. Sí, sobretodo eso: cautivadora. Puse la tele y me dormí en seguida. En menos de dos horas ya estaba despierta y no tenía sueño. Eran las 6:30 AM y decidí devolver la llave como se me había dicho. Llegué y las oficinas estaban medio vacías, Alfonso trabajaba en la administración de una pequeña empresa de azulejos pero su sueldo era muy bajo y no llegaba para alimentar a su familia. Nunca he sabido cómo su mujer ha podido ser tan necia todo este tiempo y ni si quiera ha sospechado sobre su segundo y secreto trabajo. Era temprano aún y no tenía nada que hacer, así que tomé una decisión que, sin saberlo, cambiaría mi vida. Cogí el coche y me dirigí directamente hacia la nave de Alfonso, Josh no podía enterarse de nada de eso, ¡me mataría! Nos tenían terminantemente prohibido saber qué pasaba con los cuerpos una vez almacenados allí, pero yo estaba harta de pertenecer a esa gran mafia y no poder enterarme de nada. 

Sabía que sobre las 7:00 llegaban las furgonetas al local así que me apresuré para seguirlas sin perderlas de vista. Eran 3 y las conducían unos hombres muy gordos. El recorrido fue largo y tras muchos kilómetros, al fin llegamos a nuestro destino. Los hombres no me habían visto. Ellos accedieron a un garaje enorme, en el que yo no me atreví entrar. Aparqué el coche lejos y fui corriendo hasta la enorme nave, que estaba perdida de la mano de Dios en mitad de la nada. Vi una puerta por la que no pasaba nadie y me las avié para entrar disimuladamente. Entonces sentí algo extraño, algo que no había sentido nunca. No podía creer lo que estaban viendo mis ojos. En ese momento solo deseaba despertar del sueño, de la pesadilla… y eliminar esa escena de mi mente. Pero no fue así. Comencé a marearme, me llevé las manos a la boca  y rompí a llorar. Era una gran cadena de máquinas que limpiaban, troceaban y embasaban (en ese orden) partes de cuerpo humano. Me quedé un momento ahí, sin saber cómo reaccionar. Miles de preguntas arrasaron mi mente, preguntas que ensuciaban mi conciencia. 

Salí corriendo por otra puerta, esta vez con un sentimiento de miedo que no sería capaz de explicar. Vi entonces un camión enorme que anunciaba a través de un cartel rojo “Embutidos de Cerdo”. Reflexioné entonces, hacía tiempo que no lo hacía. Me di miedo a mí misma, saber que yo estaba involucrada en toda esa estafa me consumía y me angustiaba de una manera horrible. Me dirigí hacia el coche, me monté en él y temblando lo arranqué. Conduje muy rápido y casi sin parpadear estuve durante todo el camino. Llegué al vertedero y desesperadamente busqué un cristal que lo utilicé como arma para acabar con mi mísera vida. Y allí terminó mi recorrido en este mundo y con él mis ganas de deshacer todo lo que en mi vida había hecho.